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Silencio

 

Y ahí estaba otra vez la oportunidad, escurriéndosele entre los dedos.


Necesitaba saber y esa necesidad lo devoraba por dentro, impulsándolo a preguntarle. Pero sus labios no se despegaban. Estaban soldados en un mutismo desgarrador que lo condenaba a la incertidumbre.


A veces se levantaba de su sitio y caminaba con resolución unos pocos pasos. Pero el temor no tardaba en recordarle, con una punzada en el estómago, que tal vez era mejor no saber. Y entonces, sus extremidades agarrotadas le obligaban a retroceder una vez más, a enterrarse amargamente en esa tumba de silencio.

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