Incompatibilidad
Esa no fue la primera vez y seguramente tampoco sería la última.
Les gustaba detenerse largas horas, siempre que podían, para conversar acerca de su tan particular relación.
Nada parecía dar explicación a su armónica convivencia, y mucho menos al profundo amor que los unía. Después de varios años de matrimonio, ya habían tomado parte en ese divertido juego cientos de veces, pero nunca se aburrían.
¿Día o noche? Noche, decía ella. Día, decía él al mismo tiempo. Después de no coincidir en las primeras cinco opciones, se reían con complicidad. Luego continuaban jugando tanto como el tiempo se los permitiera.
Todo seguía intacto. Semana a semana, año tras año repetían el proceso y siempre se sorprendían ante esa terrible incompatibilidad.
Sus elecciones en algunos aspectos habían variado con el correr del tiempo, pero de forma tal que no se unían, sino que habían invertido los papeles. Ahora él elegía los ñoquis y ella los ravioles. Ella elegía Queen y él elegía The Beatles. Nunca tenían gustos en común y, sin embargo, mientras en menos cosas coincidían, más intrigados se sentían y más ansiosos de prever y adivinar lo que el otro iba a decir.
Su irremediable incompatibilidad los unía más que las cosas en las que estaban de acuerdo.